¡No existen niños sin instinto musical! En cada uno de nosotros hay una chispa de musicalidad. Utilizarla depende únicamente de poder despertar el sentimiento por la música.
Diariamente, penetran en nuestros oídos los más diferentes ruidos y sonidos; desde el timbre del despertador por la mañana hasta el chasquido del interruptor de la luz por la noche, siempre estamos rodeados de un sinfín de sonidos. El oir éstos conscientemente, el conocer el sonido propio de cada objeto, el distinguirlos y el imitarlos en el juego, producen el primer ocnocimiento sobre ellos. Pero no nos podemos quedar sólo en oir; los niños quieren asegurarse por ellos mismos, quieren probrar y experimentar.
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