Afrontar una separación sin dañar a los niños es todo un reto. La ruptura de la pareja es, en la mayoría de los casos, un proceso complicado y doloroso, especialmente para los más pequeños. Los niños son la parte más vulnerable de la familia y una ruptura mal orientada puede colocarles en una clara situación de riesgo, comprometiendo seriamente su estabilidad emocional y su proceso madurativo.
Los adultos somos los responsables de evitar tales consecuencias, afrontando el proceso sin olvidar en ningún momento que el bien máximo a preservar son los hijos. Tras el fin de la convivencia, todos los miembros de la familia se enfrentan a situaciones nuevas y a distintos problemas (emocionales, económicos, organizativos…) que configuran una nueva vida a la que deberán adaptarse lo antes posible.
Los más pequeños, sin duda, lo tienen más difícil; se verán inmersos en una situación que les afecta de manera singular y sobre la que no tienen ningún control. De pronto, aparecen nuevas rutinas y escenarios diferentes que ellos afrontan con inseguridad y, seguramente, con mucha tristeza.
Se pretende orientar a los padres y madres para que afronten su separación con la madurez suficiente, de manera pacífica y respetuosa, asumiendo que la estabilidad de sus hijos depende en gran medida de ello.
La vida cambia.
Una vez se haya consumado la ruptura, los niños deben acostumbrarse a disponer de uno u otro, alternando sus estancias entre las dos casas de las que ahora van a disfrutar. Carece de todo respaldo científico la creencia
de que los niños se desestabilicen por cambiar su lugar de residencia, la habitación donde estudian o los lugares donde llevan a cabo sus juegos.
Es muy importante que los padres les ayuden a construir sus nuevas rutinas. Cuanto antes ocurra, antes alcanzarán a superar la situación, al asumir como habitual lo que temporalmente resulta novedoso. En estos momentos, ayudarles a
organizarse distribuyendo sus cosas entre sus dos residencias o hacerles partícipes de la decoración de sus nuevos cuartos son estrategias simples pero efectivas.
Los sentimientos cambian.
Toda ruptura de pareja genera dolor y pérdida. Para unos, el dolor será el sentimiento de frustración al ver como se derrumba el plan de vida que habían construido; para otros, el alejamiento de un ser amado, la soledad impuesta o, simplemente, la añoranza de lo que ahora ya no existe. Sea como sea, para todos los afectados es un momento en el que las emociones están muy presentes, algo que nunca debemos olvidar.
Los miembros de la pareja deben comprender que es normal que los sentimientos de enojo o cólera afloren pero, de igual modo, es su responsabilidad manejar esas emociones, encauzarlas adecuadamente y, especialmente, alejar a sus hijos de ellas.
Las emociones de los padres.
Es normal que los padres sientan ansiedad, abrumados en ocasiones por la tarea de enfrentarse a la crianza en solitario o por tener que asumir responsabilidades que hasta ese momento nunca habían tenido. El apoyo en la familia extensa o en amigos que puedan enseñarles con su propia experiencia será una buena opción.
Los sentimientos de culpa, bien por haber provocado la ruptura de la familia, bien por no haber podido evitar que ésta se produjera, son otra de las emociones que se presentan con frecuencia.
Es muy importante que los padres recuerden aquí que lo que sus hijos necesitan para crecer y ser felices es a ellos mismos, su afecto, su presencia, la posibilidad de compartir su vida diaria.
Cómo decírselo a los niños.
Los padres tienden a subestimar la capacidad de sus hijos para entender lo que está ocurriendo. En otras ocasiones se sorprenden al percibir una madurez inesperada en sus respuestas y actitudes. Los niños puede que no entiendan cuáles han sido las razones que han llevado a sus padres a separarse, pero entienden con facilidad que esto ha ocurrido y que trae consigo consecuencias en sus vidas.
Hablar a los hijos de que sus padres se van a separar es tarea de ambos. Hablen previamente de lo que van a contarles, elijan un momento en el que disfruten de intimidad con ellos, sin prisas y siéntense a su lado. Ese momento es para ellos y no debería mezclarse con expresiones emocionales de los propios progenitores. Si no se ve preparado y cree que no va a soportar la situación elabore primero usted la ruptura y luego enfrente la situación con ellos.
No mienta a su hijo, pero tampoco le quiera dar más explicaciones de las que necesita. Una estrategia muy útil para averiguar qué contar y qué no es preguntarse a uno mismo si lo que se le va a explicar le ayuda a entender lo que ocurre o, al contrario, le podría acarrear sentimientos negativos hacia cualquiera de sus padres.
Pregúntese si lo que les va a decir es algo que realmente necesita saber o, por el contrario, es algo que podría afectar a cómo ve a cualquiera de sus padres. Los problemas entre usted y su pareja no deben trascender a los hijos.
Lo que él necesita saber es que sus padres van a seguir ahí, va a poder disfrutar y disponer de ellos cuando lo necesite y le van a seguir queriendo.
Sus progenitores deben seguir siendo sus figuras de referencia, aquellos a los que sabe puede recurrir, sin importar si fallaron en la relación o perdieron el interés en seguir en ella. No duden en expresarle su afecto, expliquen con tranquilidad, y sin dejarse llevar por sus emociones, cómo han pensado organizar la vida a partir de ese momento. Si ustedes le demuestran que están tranquilos, lograran que lo asimile con facilidad.
Esperamos que estas reflexiones y consejos sean de utilidad y contribuyan a preservar, en esos momentos complicados, la estabilidad emocional de todos los miembros de la familia, especialmente la de los más pequeños.
Espero que te resulte interesante. Y si consideras que aún tienes que mejorar en algún aspecto, yo te ayudo. Contacta conmigo y nos ponemos a ello.
Te invito a leer más acerca de nuestro servicios de Psicología.
Si crees que le puede venir bien a un amigo/a o familiar, comparte, por favor.
También te animo a que te suscribas a nuestro canal de YouTube y recibir nuestras píldoras de Psicología al instante.